Añade que está conforme en el Senado y que hablará con Castelar para que apoye su candidatura como diputado.

Añade que la política va a la diabla y que solo confía en un logro de Dios.

Le dice que espera contar con él en el Congreso y, un poco más tarde, en el gobierno. Quiere que vaya a Madrid para las elecciones, pues Ventura tendrá en el Senado más gente.

Cree que ha hecho bien en dimitir al tener por seguro el éxito de su candidatura por Motril. Añade que no ha apreciado los acuerdos tomados por el gobierno a consecuencia de la insurrección, como la mayoría de sus correligionarios, y ha decidido volver a su casa y esperar a que el tiempo le dé la razón. Considera que las posiciones que ha perdido el partido republicano eran magníficas.

Dice que finalmente prevaleció la influencia de Romero Robledo pero que la presión de la Cámara provocó la huida de la mayoría y quedó apenas un número suficiente para sacar triunfante a Navarro Díaz. Supone que ha leído el discurso de Emilio Castelar y habrá apreciado su digna actitud en la cuestión del reglamento; le manda recuerdos de su parte.

Le pide el favor de que compre en un baratillo de la plaza de la Chancillería un velón antiguo y le dice que viajará a Córdoba dentro de unos días.