Dice que ha viajado a Madrid con motivo de la visita de los duques de Malakoff y que ha encontrado la ciudad, por un lado recelosa y, por el otro, entusiasmada ante las conquistas en África, aunque él se manifiesta a favor de esta guerra, y a la que deberían acudir también los portugueses.
Por otro lado, aprueba la idea de Pedro Antonio de Alarcón de escribir novelas y le pide que vaya a Madrid.

Le pide que visite a Adolf Friedrich von Schack en Sevilla, al cual está traduciendo.

El autor explica los motivos por los que no localiza la obra de jurisprudencia rusa que le había encargado. Hace un repaso del nivel cultural de los caballeros y damas rusas, de la calidad de los cocineros y de los manjares, de la comida de la plebe y de los soldados,
de los poetas Alexandr Pushkin y Mijail Lermontov, del arte de la guerra, de la riqueza de los palacios, y de la pintura y escultura.
Por otra parte, menciona lo extraordinariamente agasajados que están y describe la comida que les ofreció el conde Karl Nesselrode.