Añade que sigue conmocionado por las circunstancias de su tránsito, en extremo conmovedoras. Le dice que él también pasó una mala época con sus ojos cuando le operaron de un desprendimiento de retina en Nueva York, en 1948, y que van a embarcarse en el Cristoforo Colombo con rumbo a Massachussets. Le agradece su palabras sobre sus últimos versos de La Vanguardia.

Añade datos genealógicos de la familia y dice que le considera más canovista que a muchos de sus familiares, dada su comprensión y admiración por la figura de Cánovas patente en su exhaustiva biografía.

Le pide que asista al bautizo de su hijo.

Sin embargo, sí que expondrá su papel en su elección para la Academia, aunque nadie, salvo Gabriel Maura, se opuso. A los de la La Vanguardia tuvo que convencerlos de que él era el indicado sin competencia.

Le invita a las Jornadas literarias por La Mancha, a las que vendrán personas de más enjundia literaria. Le pregunta por el Fastenrath, del que ya no tiene esperanzas y le pide que le diga a Calvo-Sotelo que se acuerde de él para La Novela del Sábado.

Le pregunta por lo que escribe y le dice que le lee en ABC, pero no en La Vanguardia. Le pide el artículo que publicó hace meses sobre Cántico, le dice que Clamor avanza y le da novedades editoriales.

Dice que mandará que le envíen su libro sobre Unamuno y le pide su opinión sobre su artículo de Clavileño.