Carta de Juan de la Pezuela al secretario, Mariano Catalina, en la que le comunica que no podrá aceptar una nueva reelección para el cargo de director por motivos de salud
Carta de Juan de la Pezuela al secretario, Mariano Catalina, en la que le ruega que comunique a la Academia su voluntad de renunciar a la reelección al cargo de director y que emplee su voto y su influencia en este sentido
Carta de Juan de la Pezuela por la que renuncia al cargo de director
Carta del conde de Cheste al secretario [Manuel Tamayo y Baus] en la que se opone a que una comisión académica le visite para comunicarle su cuarta reelección como director y se reafirma en su intención de renunciar a dicho cargo tras la publicación del nuevo Diccionario de la lengua
Carta del conde de Cheste al secretario [Manuel Tamayo y Baus] por la que renuncia al cargo de director de la Academia
Carta del conde de Cheste al secretario [Mariano Catalina] en la que acepta la decisión de la Academia de no admitir su dimisión como director y lamenta no poder cumplir con las obligaciones propias de su cargo a causa de sus circunstancias personales
Carta del conde de Cheste al secretario, Manuel Tamayo y Baus, por la que le ruega que, dado que la prensa da como candidato a la dirección a Antonio Cánovas del Castillo, comunique su intención de renunciar al cargo de director
Minuta del oficio del secretario [Manuel Tamayo y Baus] al conde de Cheste de comunicación de la autorización de la junta para que un académico desempeñe accidentalmente las tareas propias del cargo de director, en atención a su avanzada edad y a su delicado estado de salud
Minuta del oficio del secretario [Manuel Tamayo y Baus] al conde de Cheste de comunicación del acuerdo de la Academia, tomado en la junta de 22 de noviembre de 1894, de no aceptar su renuncia al cargo de director
Minuta del oficio del secretario [Manuel Tamayo y Baus] al conde de Cheste por el que le comunica que, tras dar cuenta a la junta de su renuncia al cargo de director, Gaspar Núñez de Arce expresó que ni la edad ni los achaques eran motivos suficientes para que la Academia aceptase la renuncia